La quietud irascible
que no piensa,
es un momento,
un caudal de noches
sin cielo,
una tormenta diáfana
en el desasir sin voz,
que espera con premura
la paz
irreconocible
El tiempo y su desventura final
crecen

la ilusión ramifica un presagio en nosotros
no hay otra posibilidad

Hay una noche tranquila
que va a aunar los sueños,
un surco de pasos y voces que hablan
sin prisa, sin temor

amargo canto de lluvia
en un tiempo sin horas,
perfume de risas tibias
y lagrimas sin dolor